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NÚMERO 8

Dosier

¿Qué queda en pie hoy del pensamiento de Kant?

La actualidad del filósofo 300 años después

Diccionarios

Breve diccionario del pensamiento de Emilio Lledó

Repasamos el pensamiento, lúcido, del profesor Emilio Lledó a través de su visión sobre diez ideas esenciales. Te adelantamos: todo pasa por la educación, el lenguaje y la memoria, que continuamente se entrelazan. Y los libros, por supuesto.

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Emilio Lledó es profesor de Historia de la Filosofía. Foto: Deyanira López.

Emilio Lledó (Sevilla, España, 1927) es profesor de Historia de la Filosofía. Foto: Deyanira López.

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Repasamos el pensamiento, lúcido, del profesor Emilio Lledó a través de su visión sobre diez ideas esenciales. Te adelantamos: todo pasa por la educación, el lenguaje y la memoria, que continuamente se entrelazan. Y los libros, por supuesto.

Su idea no era ser filósofo. Tenía vocación artística, le gustaba pintar, le explicaba él a Fernando Delgado en una entrevista en la revista Mercurio, así que parecía que los tiros podrían ir por ahí. Pero en bachillerato los libros de filosofía —ay, los libros, siempre los libros— se cruzaron en el camino de este estudiante que había nacido en Sevilla y desde los seis años vivía en Madrid y el rumbo de su futuro cambió. La pintura cedió el paso a la filosofía y la filología clásica. Eso que ganaron la educación y el pensamiento españoles. ¿Y qué ideas se fueron desarrollando y afianzando en este hombre que dice no ser filósofo, sino profesor de Historia de la Filosofía?

Educación

"Sobre la educación", de Lledó, edición de Taurus.
Sobre la educación, de Lledó, edición de Taurus.

El profesor Emilio Lledó cree en «esta hermosa frase kantiana», como él mismo la califica: «El ser humano es lo que la educación hace de él». Somos, nos formamos, nos deformamos y nos transformamos por medio de la educación, asegura. Una educación que tiene que ser una y la misma para todos los ciudadanos, porque, opina Lledó, en democracia, el dinero no puede marcar las diferencias de la educación. Por eso, dice, «soy un adicto a la enseñanza pública».

«Yo creo decididamente en la enseñanza pública, en una enseñanza en la que no sea el dinero el que cambie las perspectivas o los tipos de enseñanza, porque además no suele cambiarlo”, opinaba Lledó en una entrevista que publicamos en FILOSOFÍA&CO. Hay textos de la filosofía política griega que ya decían que la enseñanza debe estar en manos del Estado, señala el profesor, y critica «la proliferación de colegios privados, que rompen el principio de igualdad”. Conoce bien la educación pública desde dentro: en ella se educó y a ella se ha dedicado profesionalmente durante casi toda su vida. Fue profesor en un instituto de Valladolid, en la universidad alemana de Heidelberg y en las españolas de La Laguna (Tenerife), Barcelona y la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), en Madrid.

«El ser humano es lo que la educación hace de él»

Felicidad

«La felicidad ya no está en tener, sino en ser». Se lo contaba Emilio Lledó a César Coca en una entrevista en el diario Sur en el año 2015. «La idea de felicidad se basa en tener. Surge en un país pobre, como Grecia, donde tener agua o vestido hacía felices a sus poseedores. Pero hay un momento en esa misma cultura en el que se descubre que la felicidad ya no está en tener, sino en ser. Hay límites en el tener. Hay una gota de infelicidad en tener más de lo que se necesita. En mi caso, si me quitan mis libros me quitan la vida. No aspiro a tener nada más».

Lledó hace referencia a grandes figuras de la filosofía como Epicuro o Kant cuando dice que la educación es la fuente de la felicidad, la que debe ir guiando al ser humano para no causarle «desesperación», por imaginar situaciones o hechos ilusionantes, ni «presunción», entendida como el pensamiento de que ya se posee algo que únicamente se espera.

«La felicidad ya no está en tener, sino en ser»

Filosofía

"La memoria del Logos", de Emilio Lledó, publicado por Taurus.
La memoria del Logos, de Emilio Lledó, publicado por Taurus.

Los filósofos clásicos siguen estando vivos. Lo asegura Lledó. «He vivido muchos años en Alemania y eso me ha hecho interesarme por la filosofía del idealismo alemán (la filosofía posterior a Kant), lo que pasa es que tengo la suerte de poder leer en latín y en griego y esa suerte la pongo sobre los grandes filósofos de la cultura griega, que efectivamente siguen estando vivos para nosotros, como PlatónAristóteles, Epicuro o Plotino. Toda la cultura griega es una cultura de una riqueza tal que a mí me sorprende que aún podamos leer la República o el Fedón de Platón, o la Metafísica de Aristóteles, y que después de 25 siglos todavía nos sigan diciendo cosas», nos decía Lledó.

Y qué hace la filosofía sino ayudarnos a hacernos preguntas. Y a pensar en lo que hacemos, en el sentido de lo que hacemos. «Entre la orilla de Platón y la nuestra corren las mismas preguntas: ¿Cómo vivir? ¿Para qué pensar? —se pregunta Lledó en el libro La memoria del Logos, publicado por Taurus—. ¿Cómo pueden relacionarse la idea y la realidad? ¿Cómo se puede influir en los hombres para construir una ciudad justa? ¿Qué es amar? ¿Cómo puede el lenguaje comunicar eso que se llama verdad? ¿Por qué el lenguaje puede ir más allá de la simple referencia a lo real? ¿Qué es la idealidad? ¿Tiene la teoría alguna otra justificación que aquella que le da la praxis? ¿Son los conceptos, las palabras, reflejo fiel de la vida y del conocimiento, o son su deformación? ¿Puede la educación, la paideía, mejorar a los hombres? ¿Cuáles son las condiciones de posibilidad de una vida feliz? ¿Tiene sentido la palabra felicidad? No mucho más allá de estas elementales preguntas se extiende el territorio de la filosofía, o sea, de esa actividad del hombre por la que este ha pretendido situarse en un horizonte donde se armonicen el mundo y la mente, la realidad y las ideas (…). Cuando la filosofía se hace respuesta, cuando se configura solo en el aséptico marco de su propio dogma, el pensamiento se seca y se anquilosa; cuando la filosofía se configura como pregunta escuchada, pero nunca plenamente respondida, como búsqueda, dificultad, encuesta, el pensamiento se dinamiza, y gana así continuidad, y, en consecuencia, futuro».

«Cuando la filosofía se hace respuesta, el pensamiento se seca y se anquilosa; cuando la filosofía se configura como pregunta escuchada, pero nunca plenamente respondida, como búsqueda, el pensamiento se dinamiza»

Lenguaje

"Imágenes y palabras", de Lledó, editado por Taurus.
Imágenes y palabras, de Lledó, editado por Taurus.

En el libro Imágenes y palabras, editado por Taurus, Lledó, Premio Nacional de las Letras Españolas 2014 y Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2015, escribe: «El hecho de que sea el lenguaje el alimento básico de la educación significa que la estructura interior de eso que ha de llamarse personalidad es, en el fondo, el resultado de un diálogo, el resto de una memoria, interpretada por las palabras con las que hemos engarzado los sucesos de nuestra vida. No hay, pues, educación si no se configura como lenguaje y no se realiza como diálogo. Este es el principio fundamental que constituye el entramado de la mente y que determina los puntos sobre los que se levanta el comportamiento de nuestra voluntad. Porque desde el fondo del ser que hemos llegado a ser, a través de ese lenguaje que (…) nos forma y nos destina, la voluntad se proyecta en función de un interior discurso que, más o menos conscientemente, es el motor de nuestras decisiones (…). La cultura no es, por tanto, la existencia de lo que se suele llamar bienes culturales, sino nuestra presencia ante ellos, nuestra posibilidad de ser alguien ante la herencia recibida y, sobre todo, nuestra posibilidad de hacer algo con ella».

A Lledó le sale el alma del profesor que es cuando explica lo importante que le parece que se cultive que a los alumnos, cuando se les enseñe a leer, se les enseñe también a amar el lenguaje, a pensar en el lenguaje, «dentro de los niveles de cada momento de la vida de los muchachos. Ese alimento de la sensibilidad es una cosa esencial para la educación de los niños, porque si no se les abre ese horizonte, quedarán siempre ceñidos a los pequeños problemas de su personalidad. Y esa personalidad debe enriquecerse con la lectura, porque así ampliamos el diálogo que tenemos con nosotros mismos con la voz de Cervantes, de Galdós o de Lorca». Para Lledó, una de las misiones más importantes de la filosofía es la reflexión acerca del lenguaje, pensar en las palabras. Qué significan términos como belleza, justicia, bien, amor, sabiduría… Qué queremos decir cuando decimos cada una de estas palabras. «Convertir al lenguaje en objeto desde el sujeto que lo quiere entender fue una revolución intelectual prodigiosa», explicaba el profesor en el programa Pienso, luego existo de La 2 de TVE. «Debemos seguir interrogando al lenguaje para evitar que nos manipulen, que nos engañen, que nos conviertan en ignorantes. Hay que mimar y pensar el lenguaje, y eso se consigue a través de la educación y la enseñanza».

En octubre de 1999, Camilo José Cela Conde, catedrático de Filosofía del Derecho, Moral y Política en la Universitat de les Illes Balears, decía sobre Lledó al recopilar sus méritos para ser nombrado doctor honoris causa: «¿Me permitirán ustedes sostener que Lledó solo tuvo, en toda su vida, una idea? ¿Me dejarán afirmar que ni siquiera es una idea original? No le hace falta alguna serlo. La idea a la que me refiero figura como trasfondo en todos sus escritos, pero la expresa de una manera explícita en La memoria del Logos, uno de los libros en que Emilio Lledó nos ha llevado de la mano hasta el pensamiento de Platón (…). Dice allí el profesor Lledó: ‘El puente del lenguaje nos permite transitar a otra orilla, separada de la nuestra por un río en el que, contra el dicho de Heráclito, por mucho que fluya, siempre es la misma agua’ (…). Lledó no es un filósofo: es un viajero. Uno que cruza el puente del lenguaje una y otra vez fijándose hasta en los más minúsculos detalles (…). A la alquimia del agua del lenguaje (…) ha dedicado Emilio Lledó toda su viajera vida. En esa tarea se ha topado con hallazgos muy hermosos y tan eternos como el río respecto del cual Heráclito se equivocaba».

«No hay educación si no se configura como lenguaje y no se realiza como diálogo»

Libertad

«La reflexión, el pensamiento, la filosofía es un símbolo de progreso, de libertad, de futuro». Estas palabras las decía Emilio Lledó en una entrevista al diario ABC el pasado mes de marzo. Filosofía y libertad de la mano. Leer, pensar, ser libre, todo uno y todo imprescindible para el profesor. «La lectura, los libros, son el más asombroso principio de libertad y fraternidad», señala en Sobre la educación, editado por Taurus. Y en Epicureísmo, publicado por la misma editorial, escribe: «La filosofía tiene que consistir en un ejercicio múltiple de humanización y libertad. Humanización quiere decir conciencia de los límites reales de la vida, reconocimiento del carácter ‘corporal’ de la existencia y reflexión inmediata y audaz sobre la estructura misma del hecho humano. Libertad quiere decir desarraigo de todos aquellos nudos ideológicos, mitos, ritos religiosos, prejuicios culturales, interpretaciones tradicionales, aposentadas sin crítica en el lenguaje y transmitidas inercialmente en la paideía (la educación, la formación) y en los usos sociales».

«La filosofía tiene que consistir en un ejercicio múltiple de humanización y libertad»

Libros

"Los libros y la libertad", de Lledó, publicado por RBA.
Los libros y la libertad, de Lledó, publicado por RBA.

«Los libros son la memoria», dice Lledó. Y esta, como veremos más adelante, es esencial. «El libro es, sobre todo, un recipiente donde reposa el tiempo. Una prodigiosa trampa con que la inteligencia y la sensibilidad humana vencieron a esa condición efímera, fluyente, que llevaba la experiencia del vivir hacia la nada del olvido. La escritura abrió al ‘animal que habla’, condenado a la inmediatez de los instantes compartidos, el inesperado enriquecimiento de una nueva forma de diálogo: el diálogo con ‘otro’ tiempo, el diálogo con el pasado», escribe el profesor de filosofía en Los libros y la libertad, editado por RBA.

En los libros está todo, dice Lledó, que hace hincapié en la importancia que deben tener para todos, como personas y como sociedad. «Para mí, para cualquiera que quiera adelantar en su vida, en sus conocimientos y en la fecundidad de su mente, los libros significan la memoria. Estos libros que usted ve aquí —nos decía el profesor Lledó en la entrevista que le hicimos en la biblioteca de la Real Academia de la Lengua, de la que es miembro— son parte de la memoria histórica de la vida intelectual de nuestro país y de la vida personal de aquellos que un día decidieron escribir su oralidad; escribir las palabras que pensaban, las palabras que deseaban, las palabras que buscaban».

Mención especial entre los libros tendrían, o pensaríamos que deberían tener, los de filosofía. ¿Qué pueden aportarnos estos frente a otro tipo de libros? Depende de los libros de filosofía concretos los que hablemos, nos dice Lledó. «Para una persona que no se dedique a la filosofía puede haber libros que le resulten difíciles o casi indescifrables». Pero –nos explica– el libro filosófico es la transmisión de lo que los seres humanos han querido entender sobre las grandes cuestiones de la vida (la justicia, la verdad, la belleza, la bondad…) «y también para saber qué es lo que somos, cuál es el futuro colectivo de una serie de personas que constituyen una nación, un pueblo o una humanidad. Creo que una de las grandes globalizaciones que hay que tener es la de la cultura, la del progreso intelectual».

«Los libros son la memoria; en ellos está todo»

Memoria

«Uno no puede ser más que su propia memoria». La memoria es esencial; no podemos pasar al futuro si no tenemos claro qué ha sido el pasado. «Yo creo que los seres humanos somos fundamentalmente memoria y lenguaje —señala Lledó—. Si no tuviéramos memoria, no sabríamos quiénes somos. Por eso, siempre he defendido la tesis de que tenemos que tener memoria, no solo individual sino también colectiva».

Esto decía Emilio Lledó en su lección magistral en el acto en el que le nombraban doctor honoris causa en la Universitat de Les Illes Balears, en octubre de 1999: «La memoria inventa y descubre el espacio que va cobijando la contextura de nuestra ideología, de lo que pensamos del mundo y de los otros seres, la voz de ese lenguaje interior en el que hablamos con nosotros mismos y en el que continuamente nos reconocemos. Y esa memoria que reconoce, habla y da sentido a la monotonía de la naturaleza está hecha del diálogo que llevamos con las informaciones que nos llegan del mundo exterior. Un proceso de maduración en el que la educación desempeña una parte fundamental».

«Uno no puede ser más que su propia memoria»

Nacionalismo

¿El proyecto de Europa se deshace?, le preguntaba el periodista Antonio Lucas en una entrevista para el periódico El Mundo a Emilio Lledó en enero de 2017. Y el profesor respondía: «Está en peligro, pero nuestra responsabilidad es la de cuidarlo, corregirlo y mantenerlo. He vivido casi 15 años en Alemania y el peligro que ahora detecto es la resurrección del nacionalismo. Es algo que no entiendo. No entiendo el nacionalismo más que como un asunto de dineros de unos cuantos interesados. Están jugando con la emocionalidad de la gente justificando diferencias que no existen. Nacer en un país o en otro no es más que una cuestión de azar».

«Yo no soy nacionalista, no sé lo que es», le decía Lledó a Tereixa Constela en otra entrevista a El País hace ahora un año, cuando el profesor iba a cumplir los 90. «Nací en el barrio de Triana; a mi padre, que era militar, lo destinaron a A Coruña, a Vicálvaro, al acabar la Guerra Civil, después a Madrid. Cuando acabé la carrera y el servicio militar, en el 52-53, me fui a Heidelberg once años, tres en Valladolid, medio año en Alcalá de Henares, tres en La Laguna, once en Barcelona… ¿De dónde soy yo? Estoy orgulloso de haber tenido toda esta experiencia y de donde realmente soy hoy es de la lengua que puedo hacer con mi manera de pensar, de sentir, de querer, de aceptar a los otros. Esa es mi patria, esa es mi nación y ese es mi nacionalismo; por eso he sido feliz en todos los sitios en los que he vivido. En lo único que se me pudo notar algo de eso que llamamos nacionalismo es cuando estaba en Heidelberg. Me molestaba que hablasen tontamente con estereotipos de mi país, sobre todo porque he tenido la experiencia maravillosa de ser profesor de obreros españoles, la mayoría andaluces».

«Nacer en un país o en otro no es más que una cuestión de azar»

Pensamiento

Hay que hacer mentes libres, defiende. «Se habla muchísimo de la libertad de expresión. Qué duda cabe que eso es fundamental y característico de países democráticos, pero en mi opinión lo importante es la libertad de pensamiento, crear libertad intelectual y capacidad de pensar; tener que pensar, saber qué pensar y no tener la mente aglutinada con pequeños coágulos que no te permiten entender, mirar o interpretar. Y en eso, la enseñanza tiene que ser ese estímulo continuo entre el profesor y el alumno», nos dijo Lledó, un profesor que cree en la cultura y en la educación como medio para hacer a una persona crítica, para hacerle pensar.

«Lo importante es crear la capacidad de pensar»

Política

«El que se mete en política debería hacerlo desde la directriz de la decencia». El concepto ser decente como motor de la vida en general y de la vida política en particular. Y la política como motor de la sociedad. «La política es esencial en la cultura, y también los políticos —nos decía el profesor Lledó—. La política es, según decía un texto clásico, ‘lo más arquitectónico, lo más interesante de la vida social’, porque organiza, armoniza y orienta los distintos deseos e ideas de los seres humanos, a los que esos políticos tienen que facilitar su existencia (y no la de ellos mismos). Por eso es tan interesante crear instituciones donde esto sea posible, y por eso es interesante la labor de los políticos. Hay algún texto de la filosofía griega en los que Platón o Aristóteles se plantean incluso si los políticos pueden ser felices, porque su vida es darlo todo a los demás. Imagínate lo que significa eso en cuanto al cultivo de lo que llamaba Aristóteles el spoudaios, el hombre decente, el hombre justo que se entrega a los demás. Es verdad que es un ejercicio difícil, pero el que se mete en política debería hacerlo desde esa directriz de la decencia, un concepto tan sencillo y tan bonito como ser decente. Entregarte a los demás y no buscar los compromisos con tu propia, cerrada y a veces entristecedora individualidad y egoísmo. Hay otro texto de la Ética nicomáquea que dice que el principio de las relaciones que tengamos con los demás empieza por la relación que tenemos con nosotros mismos, y para tener una buena relación con tu propia mismidad tienes que encontrarte digno de ti mismo, no engreído ni falsificador de tu propia personalidad, tienes que sentirte decente. Si yo me miro en el espejo y veo en mi historia algo negativo, sobre todo en relación con mi trato con los demás (y si soy político, ¡no digamos!), tendría que dimitir, pero no dimitir de un cargo, sino dimitir de ser humano, dimitir un poco de ti mismo».

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